Devuelve el televisor

Por: Arq. Antonio Ubilla 18 octubre, 2017

Siempre he comentado acerca de la cultura deportiva de los guayaquileños hasta la década de los setenta, una cultura con una clara manifestación de ser asiduos asistentes a jornada deportivas en los escenarios de la ciudad, al fútbol al Modelo y Capwell, al béisbol al Yeyo Uraga, al basket y boxeo al Coliseo Cubierto, a la hípica en el Hipódromo, además de competencias ciclísticas y automovilísticas en las calles de la ciudad.

Esa cultura con el paso de las décadas quedó atrás, hasta la actualidad en que apenas hay algunas buenas asistencias a los partidos de fútbol. Las causas que motivaron ese cambio en la afición por asistir a los estadios son muchas, de diversa índole, pero ese es un tema que amerita analizarse por separado y en extenso.

Para los que desde muy chicos por acompañar a nuestros padres, y luego con el paso del tiempo en compañía de nuestros compañeros y amigos, a espectar las distintas disciplinas en sus escenarios podemos recordar con nostalgia aquellas tardes y noches de disfrutar de los deportes que se practicaban en la ciudad.

Hubo un personaje que pasó a ser asiduo asistente a todas las jornadas de los distintos deportes, lo podíamos ver en el fútbol, básket, béisbol, boxeo desde que se iniciaba hasta que terminaban las programaciones.

Era delgado, de estatura aproximada de 1.75, vestía siempre con pantalón y camisa, no usaba jeans o camisetas deportivas, era común observarlo con su cigarrillo y Coca Cola, tenía algún problema mental, no conversaba mucho con los que estaban a su lado, pero actuaba durante todo el desarrollo de los juegos.

Su nombre era Jorge Peláez Sarmiento, para entonces pasando los 30 años de edad, vivía cerca del Coliseo Huancavilca, su padre era propietario de una despensa. Fanático del Everest, tenía como ídolo desde su niñez a ese gran jugador llamado Isidro Matute.

Es por eso que a Peláez se lo conocía como “ EL LOCO MATUTE”.

Era realmente un espectáculo, ya no le pedían boleto para ingresar a los estadios, su paso era libre, en el Modelo pasaba de pie en la parte baja de la tribuna y daba indicaciones y reprobaba con gritos las actuaciones de Horacio Romero, Vicente Lecaro, Jorge Bolaños o Félix Guerrero, a viva voz recriminaba a Paternoster o Gradym, y en algunas ocasiones se dirigía a los espectadores para interactuar con sus criterios.

Nunca faltaba al básket, y era común su ingreso en la mitad del partido a la cancha, le prestaban una pelota y se ponía a lanzar al aro, cuando encestaba el público lo ovacionaba, pero cuando fallaba la pifia era escandalosa. Matute era un show del medio tiempo, todos lo pedían para que intentara emular a Jiménez, Mejía o Quintana.

En la parte baja, en los palcos del Yeyo Uraga, Matute pedía a Gallo Ronco que cambie las señas a sus bateadores, le recriminaba a Len Bohrer por no relevar al lanzador, discutía con las decisiones de Mortadela, y pedía batazo de Panchón, un robo de bases de Portalanza, entre otras de sus recordadas acciones en el estadio.

DEVUELVE EL TELEVISOR

A mediados de los setenta, “El loco Matute” había ganado en una rifa un televisor, fue público este hecho, y era recordado continuamente por los asistentes, y en cualquier momento, alguien se animaba, y era seguido por muchos para gritarle “Matute devuelve el televisor”.

Era en ese momento que Matute expresaba su disgusto con insultos, el de menor calibre era el clásico “Que lo devuelva tu madre”, luego otros más groseros, hasta que ya descontrolado invitaba a los puños, algo que jamás sucedió, pero que era celebrado por todo el público.

El Loco Matute fue un personaje querido, en algunas ocasiones el público reclamaba su presencia en los estadios cuando llegaba atrasado, no se supo realmente de que equipo fue hincha, a qué quinteto realmente quería, ni cuál era la novena de su predilección.

Alguna vez manifestó que él le ganaba a pelear a “Chico de Oro” Valladares y a Miguel Herrera, se sentía conocedor de todos los deportes, se creía con suficientes argumentos para discutir con jugadores, técnicos, managers, árbitros.

El Loco Matute realmente no fue hincha de un determinado club, el fue un hincha del deporte, un infaltable de cualquier programación deportiva.

Hace algunos años que murió El Loco Matute, así como hace algunos años también fue muriendo esa cultura guayaquileña de ser asiduo asistente a todos los deportes en la ciudad.

El poder retomar esa afición, esa cultura del porteño de asistir a los estadios, es realmente casi imposible en estos tiempos, casi tan imposible como saber si  Matute devolvió el televisor.

 

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